martes, 23 de noviembre de 2010

Conductas innadecuadas

Llamamos "Conductas Inadecuadas" o "Disruptivas" a todas aquellas conductas que no sean socialmente aceptadas o adecuadas (tirarse al piso, mecerse, aletear las manos, etc.), que no tengan objeto alguno (correr todo el tiempo, repetir una frase múltiples veces, etc.) o bien, que sean perjudiciales al niño (golpearse a sí mismo, comer exceso de picante, etc.)

Las conductas se presentan por un estímulo externo que las reforza o interno, que es el caso de la autoestimulación (el estímulo interno está en que le es agradable al niño, por ejemplo).

Para decidir cómo se debe intervenir al niño para erradicar una conducta, primero debe analizarse. Pueden plantearse las siguientes preguntas:
- ¿Qué busca comunicar dicha conducta?
- ¿Qué la ocasiona o porqué la presenta?
- ¿Qué estaba haciendo el niño exactamente antes de presentarla?
- ¿Qué factores estimulantes están presentes? (ruido, personas, iluminación, objetos, estado del tiempo, etc.)

Básicamente, se debe observar hasta el mas mínimo detalle, pues cualquiera podría de alguna manera influir la conducta y por lo mismo, no puede quedarse nada como "obvio". No se puede decir que para "X" conducta se debe aplicar "Y" método, puesto que aunque sean iguales (aún en el mismo niño), el origen que estimula o refuerza dicha conducta no es necesariamente el mismo.

Veamos el típico berrinche del niño que se tira al piso o se pone a llorar desenfrenadamente gritando, algunos ejemplos de las causas podrían ser:

- Manipulación. El niño quiere agarrar algo y su madre se lo niega... el niño se tira al piso tratando de doblegar a su madre para que se lo dé.
- Frustración. El niño desea algo, se siente triste o quiere comunicar algo y no logra que se le comprenda... se enoja y se tira al piso.
- Salud. El niño tiene dolor de cabeza o se siente mal... se tira al piso buscando con ello que su madre lo vea y lo atienda.
- Atención. El niño quiere acaparar la atención de su madre, que está haciendo otras labores y se tira al piso para que vaya con él.

Como estos ejemplos, pueden existir muchos otros. El punto importante es observar que una misma forma de conducta puede tener diferentes orígenes o bien, ser estimulada por diferentes factores. Aunque en todos los casos, la conducta es aparentemente igual, los propósitos del niño al presentarla son totalmente diferentes.

Una vez que se ha analizado la conducta y se tiene identificado lo que la provoca, se tiene que evaluar dicha conducta para medir su recurrencia (la frecuencia con que la presenta), su impacto en el mismo niño y la descripción exacta de la misma.

Para medir el impacto o importancia de la conducta que presenta, se pueden formular las siguientes preguntas:

- ¿Esa conducta presenta un riesgo a la salud del niño o de los demás? (se auto-agrede o muerde, por ejemplo)
- ¿Desencadena otras conductas y de ser así, cuáles son? (por ejemplo, cada vez que el niño se autoestimula brincando en círculos, al rato comienza a auto-agredirse)
- ¿Afecta o interrumpe el proceso del aprendizaje del niño? (el niño no se mantiene quieto y sentado, por lo que es imposible trabajar en mesa)
- ¿Es una conducta socialmente inadecuada? (el niño escupe mucho o bien, se toca sus partes genitales)

Aunque todas las conductas deben erradicarse, las que requieren siempre son las que representan un riesgo para el niño así como aquellas conductas que desencadenan conductas de este tipo. Lo primero que se debe trabajar es lo que proteja o salvaguarde la integridad y salud del niño así como de quienes lo rodean.

Si lo que buscamos es darle habilidades al niño, debemos darle también prioridad a esas conductas que impiden el proceso del aprendizaje. Es por ello que generalmente lo primero que enseñan los terapeutas a los niños es a estar sentados, con la boca cerrada y sus manos quietas.

La conducta, una vez que se ha medido su impacto o que se le ha dado una prioridad acorde a las necesidades inmediatas del niño, debe definirse para poder identificarla correctamente y diferenciarla de las demás.

La definición de la conducta debe describir (sin dejar nada al obvio) la forma en que se presenta detallando cada uno de sus componentes. Por citar un ejemplo de aleteo de manos: "El niño pone su brazo pegado al cuerpo y extiende su antebrazo hacia adelante en un ángulo de 90º respecto a su tronco y separados en un ángulo de 60º entre ellas, con las manos colgando y sus palmas apuntando hacia él mismo, mece las manos en vaivén en forma encontrada a un ritmo aprox. de 12 veces en 5 segundos".
Para saber si la descripción es correcta, se puede pedir a alguien que no haya tenido contacto con dicho niño que interprete y actúe esa conducta a partir de lo que lee. Si el movimiento que haga dicha persona es igual a la del niño, la descripción es correcta y en caso contrario, necesita revisarse. Es preferible filmar en video esa conducta para una referencia posterior y una mejor ejemplificación.

La importancia de definir una conducta es que deja a un lado la subjetividad que pudiese existir por parte del observador. Otra ventaja es que si en un futuro el niño vuelve a presentar un aleteo de manos y crean que es al misma conducta que no se ha erradicado, bastará con revisar la descripción y/o observar el video para corroborar si efectivamente sigue siendo la misma o bien, es una nueva conducta que se le parece (en el aleteo de manos o rabietas, existen múltiples variantes).

Ahora que la conducta ya ha sido identificada, analizada y definida, solo nos falta medir su recurrencia, es decir, que tan frecuente presenta dicha conducta y a este proceso se le llama "Línea Base".

Después de que tenemos la conducta o lista de conductas definidas, se hace de una a tres sesiones donde se observará al niño y se registra las veces que dicho niño presenta la conducta. Digamos que el niño tiene aleteo de manos, se golpea en la cabeza y escupe, se pondrá en una lista estas tres conductas y durante una hora, cada vez que presente la conducta, se agrega una marca.

Por ejemplo: el niño escupe, se pone una marca en "escupe", vuelve a escupir, se vuelve a poner otra marca, ahora aleteó las manos, se pone una marca en
"aleteo de manos", volvió a escupir, se pone la marca ahí, se dió un glope en la cabeza, se pone una marca en "golpe a la cabeza"... y así subsecuentemente durante toda la sesión.
Al final se cuenta las veces que se presentaron cada una de las conductas sumando las marcas y de ahí se puede decir que el niño tiene una línea base de X veces que escupe por hora, Y veces que aletea las manos por hora y Z veces que se golpea por hora.
De esta manera, la conducta tiene una medición y nos permite ver el avance del niño una vez que se le interviene para erradicar esas conductas. Si bien al mes aparentemente el niño sigue escupiendo, al checar su recurrencia (línea base), se encontrará que ahora lo hace mucho menos veces que antes.

Algunas conductas tardan mas en desaparecer que otras, dependiendo de su recurrencia y de qué tanto tiempo ha pasado el niño presentándolas sin que se haya hecho una intervención adecuada para extinguirlas.

Precisamente por ello, cuando un niño recién empieza a recibir ABA, sus primeras sesiones están dedicadas a estudiar sus conductas y sus habilidades antes de iniciar cualquier terapia para adquirir habilidades o definir cualquier procedimiento para erradicar dichas conductas.

Este es el proceso que se debe utilizar (por supuesto es un poco mas complejo pero lo he puesto de una manera comprensible) para definir la forma a intervenir a un niño y el observador o terapeuta está entrenado en ello. Por esta razón, es difícil dar consejos a través de observaciones que los padres hacen y las plasman en un mensaje del internet, pues no se tiene la certeza que se den todos los detalles, si la observación fué objetiva o con "ojos de amor"  además de desconocer la descripción exacta de dicha conducta así como su línea base.

Diferencia entre "ser" y "tener".

Hoy en día es muy habitual referirse a las personas que tienen Autismo como Autistas. Mi hijo es autista, este muchacho es autista, etc,…, es curioso como el “tener” ha sido devorado por el “ser”. El Autismo no define a la persona, no se es autista, se tiene autismo. Sería, en suma, como denominar mongólicos a los afectados por el Síndrome de Down. Nadie se refiere a un afectado por el Síndrome de Diógenes como un Diógenes, o nadie dice mi hijo es Tourette (en relación al citado Sídrome) No se entendería y además se consideraría una forma despectiva de referirse a estas personas. Sin embargo nos parece normal definir a una persona como autista, además de encasillarla en una conducta que poco tiene que ver con la realidad del autismo.

Uno puede ser alto, flaco, o incluso rubio. Aunque tales definiciones no son más que epítetos destinados a definir ciertas particularidades, sin embargo, se ha extendido -lamentablemente- el término Autista para definir, encasillar y etiquetar a las personas que tienen Síndrome Autista.

No deja de ser en suma un modo de establecer fronteras -invisibles, pero fronteras al fin y al cabo- entre el conjunto social y las personas con autismo. Aunque a priori pueda parecer una vulgar cuestión de léxico, finalmente la definición encasilla y estigmatiza a la persona que padece el citado síndrome.

En una sociedad a la que se llena la boca hablando de integración y de igualdad nos encontramos con una situación, cuando menos, extraña. Más si cabe cuando hurgamos en busca del origen de esta curiosa definición del estado vital de un ser humano. Y lo lamentable es que los principales culpables son los presuntos especialistas, dado que la mayor cantidad de documentación relacionada con el autismo está en inglés, y los especialistas hispanos adolecen -entre otras muchísimas cosas- de un buen nivel de inglés, tradujeron de la forma más simple posible, arrastrando consigo a un error al resto de la población.

Debemos de empezar a desterrar ese estigma, las personas no son autistas, tienen autismo, como podrían tener gripe (nadie nos define como griposos, somos personas con gripe) Ya les ponemos las cosas demasiado difíciles a las personas que se encuentran dentro del Trastorno del Espectro Autista (TEA) como para que además las marquemos cual apestados con una palabra.

El increíble grado de incultura de la sociedad nos lleva a estar condicionados por mensajes absurdos. Toda la gente que ha visto la película Rainman cree tener clarísimo que las personas con autismo son unos “genios” con “retraso mental” e insociables que sólo sirven para levarlos al casino y romper la banca. Bien, una película que habla de una persona con Síndrome Autista ha conseguido meter a toda una comunidad en el mismo saco. Lamentable pero cierto. El autismo es algo mucho más complejo, no es sólo una epidemia (afecta a uno de cada 175 niños), es además un síndrome que da pánico. Provoca terror en los padres de los niños afectados precisamente por esa forma de encasillar. Flaco favor le hacemos a los padres y a sus hijos incrustándoles a golpe de palabra el pánico al autismo.

Debemos pues empezar a desmitificar el Autismo, sólo en España hay mas de 300.000 personas afectadas y merecen todo nuestro respeto y apoyo, empezando por no mirarlos como bichos raros ni definirlos como seres especiales (pero en el sentido lastimero y peyorativo)

"Cuando se define el estado de una persona por un adjetivo se le engloba en todo lo malo que ese adjetivo lleva, y eso va en contra de la dignidad de todas las personas que tienen autismo."